cada vez que llego siento que estoy sumergido en 1960








José Enrique Delmonte
y los Laboratorios Roldán

Estimados amigos:

En estos días visité Laboratorios Roldán, situado en la Av. Independencia próximo a la Av. Italia. He visitado este edificio desde hace muchos años para comprar productos al detalle y cada vez que llego siento que estoy sumergido en 1960, gracias a la magia de su arquitectura interior que se ha mantenido intacta a pesar de tiempo. La sala que recibe a los clientes es un amplio espacio de gran altura cuya pared norte está construida con bloques de vidrio mate que transmiten una energía muy particular. Los mosaicos de dos tonos, la textura de los muros y los tabiques de madera con idrio, se mezclan con un mobiliario que permanece invariable desde los años de su apertura y que convierten ese lugar en una postal viva de décadas ya superadas. El edificio está colocado a gran distancia de la avenida Independencia, precedido por una gran alfombra verde de una grama bien cuidada que permite visualizar su volumen de manera directa. Todo estas sensaciones se crecen, inclusive, con el sistema de ventas que también parece negarse a ser derrotado por la tecnología del presente, y la operación de exhibición, venta y el pago de lo adquirido sigue el mismo patrón que durante años ha servido de base a la empresa. Inclusive, el logotipo también parece que ha permanecido invariable desde su fundación.

En estos días que vimos cómo el Poder Ejecutivo reconoció a varias empresas que tienen más de cuarenta años de servicio, no sé si Laboratorios Roldán estuvo entre las escogidas, pero dudo mucho que los edificios que alojan a las que fueron incluidas en esa lista operan en edificios cuyas características siguen invariables en el tiempo. Parecería que Laboratorios Roldán no ha necesitado de transformaciones y adaptaciones para sobrevivir en la competencia del comercio y su edificio es hoy un ejemplo de la arquitectura industrial-comercial más auténtica que tiene la ciudad de Santo Domingo.

Cuando hice la visita reciente que señalo, me llevé la sorpresa de que el edificio está siendo sometido a ampliaciones, en especial en su cara norte. De inmediato sentí tristeza porque supe que todo aquello que he disfrutado siempre en mis visitas a ese maravilloso lugar quedará borrado. A juzgar por los elementos estructurales que pude ver en el exterior, se vislumbra un anexo adosado a la fachada de bloques de vidrios que eliminará por completo el baño de luz natural que caracterizaba el espacio interior de las oficinas. Cosas como esta parecen inevitables por la exigencias del tiempo, pero siempre pensé que al menos en los Laboratorios Roldán no sucedería eso nunca y que podría seguir jugando a la ruleta del tiempo como si me transportara a una época anterior y pudiera aún escuchar las voces de los que una vez ocuparon los escritorios y sus salones de gran escala. Una trampa emotiva que se rompe con la realidad.

Comparto estas reflexiones con los que aman la buena arquitectura, no importa su edad ni su tipo, buena arquitectura que nos permite disfrutar de la vida.

Saludos,

José Enrique Delmonte

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