R E L A T O S










Fernando Ureña Rib


Furtiva

Creí ver tu imagen fugaz, desdoblada, engañosa. Era apenas un perfil, una arista delgada y frágil de ti, un resplandor, un esquicio, una alusión sutil, la elusiva huella del ser que transita desde siempre mi alma. No. No eres tú esa que pinto, ni esa que tratas de ocultar de ti, la que escondes en mí. Y yo quería llegar ahí, al fondo, o más allá de esa sombra luminosa. ¿Por qué anticipar el encuentro en vez de dejar que el puro azar puliera las aristas y endulzara la voz y las palabras? No lo sé. Solo sé que he encontrado tu nombre. Que no he sido capaz de pronunciarlo o escribirlo sobre la arena mojada en la que te imaginé tendida y sobre la cual pasas, sin darme cuenta, que te has marchado ya, que te has ido muy lejos.


Sobre la castidad del infierno

Pase por aquí, señor. Mi nombre es Lucifer. Seré su guía.

Muchos ignoran la castidad del Infierno. Imaginan, erróneamente, que este es un lugar de orgías sexuales, bacanales y aquelarres. Piensan que aquí está la gloria del masoquista y que el dolor que se infringe causa placer. Quiero aclarar esas barrabasadas. El Infierno es un lugar de recogimiento y meditación. Como aún no ha sido pronunciado el Juicio Final, lo que practicamos aquí son medidas temporales de coerción. Hacemos un trabajo de purificación para Dios, razón por la cual es Él quien nos sostiene y paga las altísimas facturas de la Corporación.

Sepa que cada quien tiene su propio Infierno. Aunque hay espacios comunes, muchos son hechos a la medida. Los responsables de crímenes de guerra y genocidios, están allá arriba, peleando en el cráter de aquel volcán. Les embriaga el poder y, obsesionados, se reparten el mundo. Obnubilados por la religión y la codicia, anulan etnias, lanzan misiles, bombardean, barren pueblos enteros. Hay muchas batallas entre ellos, sin éxito. Ese es su infierno.

El infierno de los ricos es triste. Están en esa área destinada a los codiciosos y avaros. Viven en extrema precariedad, andrajosos y malolientes, en pobreza absoluta. Durante su ostentación repartían migajas y eso se les reparte ahora. Se recriminan. Nunca fueron capaces de abrir la mano. Eso los tortura.

De aquel lado están los corruptos. Como usted ve, les permitimos andar juntos. Véalos maquinar y engañar. Vivían de una mentira en otra y creían ser felices. Son personajes ridículos e ignorantes. Cayeron en la trampa de pensar que el dinero es más importante que la gente y aquí pagan su grave error.

Mire usted aquellos hombres violentos. Mataron a sus esposas, a sus novias y a sus amantes, inducidos por celos absurdos. Viven acuchillándose y disparándose, moliéndose a palos y no consiguen morir. Esa es su tortura.

Esperamos que comprendan algún día la razón por la cual todos están aquí: Falta de amor.

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