Porque el rulo, en realidad, como cualquier vegetal, tiene su propio caudal de riqueza y calidad


















Rulo
Décimas

Gabriel Moquete

Pobre rulo,cenicito
abandonado a su suerte
como el que espera la muerte
en un rincón, calladito.
Como reo sin delito,
malo, sin hacer maldad,
como una dulce verdad
que una mentira semeja,
tradición firme y añeja
que arrastra una sociedad.

El rulo, por tradición,
ha sido menospreciado,
esto ha venido inculcado
por cada generación.
No ha habido una educación
ni casera ni escolar
que se encargue de enseñar
las diversas proteínas,
y tambien las vitaminas
del recurso vegetal.

Porque el rulo, en realidad,
como cualquier vegetal,
tiene su propio caudal
de riqueza y calidad.
Tiene vitamina  A,
tambien vitamina  C,
y aunque en carbohidrato es
escaso, tiene su espacio
el requerido potasio
que en el guineo busca usted.

El país esta invadido
 de un costal a otro costal
de un  «Maná medicinal»
que tiene al paìs cundido.
Está el pueblo sometido
a un gran truco comercial,
enfermos, van a comprar
sin que estudios se realicen,
una vaina que le dicen,
«medicina natural».

Cualquier juan de los palotes
pone un negocio en la esquina
para vender  «medicina»,
y allì se hace un señorote.
Manda a muchachas con lotes
del referido «maná»,
a vender por la ciudad
tocando casa por casa,
como la plata està escasa,
van muchachas por «pipá».

Es raro el supermercado
que tenga rulos en venta,
el empresario no inventa
con un producto estancado.
Eso sí, diciembre entrado
allí cambian los papeles
el rulo toma niveles
de lujosa mercancìa
pues han llegado los días
de andar rodando en pasteles.

A ningún pais le luce
y si es pobre, mucho menos,
desechar un fruto bueno
que en propio suelo produce.
Este error siempre conduce
hacia un triste derrotero,
pues si no le da primero
valor a su propiedad,
lo llenarán sin piedad
de productos extranjeros.

Si quiere un sancocho prieto
con el rulo hay que contar,
es el que le sabe dar
el color para este objeto.
Hay que educar al respecto
a jóvenes y mayores,
hay que sembrar con amores
nuestros propios alimentos,
dejémonos ya de cuentos,
¡a comer rulos, señores!

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