Hay dos asuntos que no debes hacer nunca en tu vida: robar y pedir






















Iván García Guerra

He aprendido innumerables substancias en la vida, y aún me falta muchísimo por agregar a mi haber, eso espero, hasta el día en que me vaya sin pasaje de retorno. Pero hay algunos asuntos que comenzaron a formar parte de mi vida cuando no podía ni siquiera comprender en su extenso significado. Vivía en ese tiempo en San Pedro de Macorís, por lo cual debió suceder antes de mi sexto cumpleaños, los cuales cumplí en Santo Domingo.

Era un día luminoso, como me parecen todos los que pasé en aquella mi inocente primera etapa de la vida; caminaba de la mano de mi padre, tranquilo, supongo que porque no tenía en esos momentos nada que criticarle; vimos a unos pordioseros sentados a la puerta de de aquella iglesia gótica que tanto me gustaba; él se detuvo un momento y se inclinó para decirme, “hay dos asuntos que no debes hacer nunca en tu vida: robar y pedir”. A lo mejor no fueron exactamente las palabras; pero el concepto sí era claramente ese…

En estos días, mucho tiempo después, me sofoqué de indignación, tristeza y rabia cuando alguien me llamó para ofrecerme algo de dinero que supuestamente había pedido mediante una carta electrónica que había por internet. En ella decía que yo me encontraba varado creo que en Filipina, luego de un robo de todos mis documentos y que solicitaba dinero que debía ser depositado en no sé cual cuenta para salir de mi penosa situación. La persona, un buen amigo sin duda, en su mejor buen fe me ofrecía US$ 1,500.00 para ayudarme. Por supuesto agradecí “ad infinitum” su ofrecimiento; pero, aparte de decirle que aquello no era verdad sentí que la voz se me quebraba y la mirada se me humedecía en una reacción de amarga impotencia.   Supongo que ese falso documento lo han recibido cientos de personas a los cuales les he extendido mi amistad, y ni siquiera me imagino cómo puedo dar marcha atrás a esa humillación.

Lo primero que me vino a la mente fue el rostro del Doctor García en aquella ocasión, y sólo entonces me di cuenta del alcance de su advertencia. La cual, nunca, ni siquiera en esas circunstancias, me hubiera sentido inclinado a violarlas. Pienso que debería haber una sanción ejemplar al dueño de la cuenta de banco que ha logrado mancillar mis principios para los muchos que no me conocen bien; mas sé que ese tipo de instituciones, las bancarias protegen la discreción de esos delincuentes. Siento que de alguna manera me han hecho un irreparable daño y ahora no tengo ni siquiera el bloqueado instrumento para poner algo de luz en mi imagen que me resulta maltrecha…

Clodomiro, por favor, te pido encarecidamente que publiques esto, para poner algo de verdad en mi maltrecha reputación. Te agradezco haberlo leído, y si te parece bien, hazlo público en tu por mi muy admirada revista…   Iván.

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