¿Para qué querrá este alemán libros sobre los taínos?













Klaus y los taínos
En la Feria del libro de Frankfurt
Crónica

Fernando Ureña Rib

Frankfurt.- Es pequeño, enjuto y sin embargo carga a cuestas un pesado morral. Camina inclinado hacia adelante, apoya el cuerpo sobre la pierna derecha, cambia el paso y zarandea el morral, como si tratara de librarse de su angustioso peso. Una barba rala y blancuzca adorna su moteada mandíbula que termina en un mentón afilado, tanto como su nariz. Detrás del grueso canto de sus lentes se advierte la chispa de unos ojitos verdes, casi fosforescentes.

-Soy Klaus, me dice. Busco libros sobre los pueblos indígenas de América. Quiero algo sobre los taínos.

Altagracia, a mi lado, me mira sorprendida, como diciendo “¿Para qué querrá este alemán libros sobre los taínos? Teníamos algunos libros históricos, del Archivo General de la Nación, pero del tema no encontramos mucho. Rebuscamos. Carlos Esteban Deive había escrito sobre las Devastaciones y sobre la esclavitud, pero no era específicamente lo que él buscaba. Tenemos “Tres leyendas de colores”, un libro de Pedro Mir sobre los pechos de la hermosa taína Higuemota. La historia, narrada en inigualable y sensual prosa poética, despierta la imaginación de Klaus, pero no es lo que busca. Le sugerí los escritos de Sebastián Robiou Lamarche, un dominicano que se ha consagrado al estudio de los taínos en Puerto Rico, libros que no teníamos.

Altagracia no se aguantó:

- ¿Y para qué necesita esos libros?
- El año que viene la Feria del Libro de Frankfurt se dedicará a Brasil- nos dice con una risa que exhala y rápidamente aspira, como si quisiera atraparla de nuevo- Quiero traducir varios libros sobre los pueblos indígenas de América, porque se van a vender muy bien.
- ¿Entonces es usted traductor?
- Sí, (vuelve a tragarse la risita rápida y nerviosa) voy a tener un gran éxito.
- El mundo editorial es difícil. - Le digo.- Ya lo dijo Salomón: “El escribir libros no tiene fin.” Pero vuelva mañana, a ver qué podemos conseguirle.
Klaus volvió, en efecto, cada día de la feria buscando documentarse sobre los taínos de Quisqueya, pero no teníamos nada que ofrecerle. Y se alejaba con su inquieta risa jadeante, trastabillando las piernas y zarandeando su morral.
-¿Qué llevará en ese morral tan pesado? Me preguntó Altagracia.
-Mejor no investigar, le digo. Podría ser el cadáver de Higuemota.

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