Por la Salcedo subiendo llegó hasta la Libertad





















El río Jaya se desborda
Décimas

Gabriel Moquete

El río Jaya se salió
de su cauce natural
y a la ciudad se fue a dar
como su mai lo parió.
Al parque lo circundó
como si fuera un islote,
y como mar sin azote
cogió la calle Castillo,
que para ir a Genimillo
había que montarse en bote.

Por la Salcedo subiendo
llegó hasta la Libertad
y para ir a Samaná
un bajel están haciendo.
De la Libertad, cogiendo
rumbo a Salcedo y Tenares,
señores, no he visto mares
tan serenos y anchurosos,,
el río Jaya, rumoroso,
se ha escapado a otros lugares.

Por el sector de la iglesia,
detrás del ayuntamiento,
-en verdad, esto no es cuento-,
no le gana ni Venecia.
La calle Colón se aprecia
por góndolas navegada,
y en la Santa Ana nada
toda la muchachería,
convirtiéndose esa vía
en una playa apreciada.

Subió por el Ciruelillo
con su oleaje tranquilo
y se extendió como un Nilo
regándose sobre Hatillo.
Su cadencioso estribillo
con el viento se recrea,
y como para que sea
más histórico el momento,
se oye un eco de lamento
sobre la enorme marea.

¡Lamento de aguas profundas!,
de caracoles dispersos,
que no alcanzan estos versos
a saber en qué se fundan.
Esas aguas que circundan
palmo a palmo la ciudad,
están llorando quizás
para que se le devuelva
la sombra de aquella selva,
su natural habitat.

En esta acción tan notoria
del río Jaya en su aventura,
toda la alegre natura
lo ve como una victoria.
Y para elevar su gloria
algo grande se suscita,
pues todo el confín palpita
con el río que se rebela,
y en lo alto, Quita Espuela,
¡al río Jaya felicita!

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