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Desnudos

Por: Odalís G. Pérez

El fundamento dramatúrgico de esta obra lo encontramos en el mundo como espectáculo desde arriba y espectáculo desde abajo. Lo espectacular comienza con el acercamiento mismo del espectador al teatro. Los actores esperan al espectador para conducirlo por fantásticos laberintos y senderos espinosos y dramáticos que parecen describir las rutas alegóricas del sujeto viviente en un espacio teatral viviente. La concepción dramatúrgica y actoral ha requerido de un entrenamiento afectivo y corporal, donde la actuación es el mecanismo principal de diálogo, creación y violencia metafísica. Desde cada ámbito del escenario surgen entidades imaginarias, políticas, teológicas y testimoniales que logran crear un clima de desesperación y liberación al mismo tiempo. Lo que ha querido el dramaturgo, filósofo y chamán es recuperar al ser de la historia y la cultura de un infierno y un purgatorio entendidos como estados y fugas, tensiones entre lo racional e irracional en un escenario que se desnuda él mismo, creando correspondencias territoriales míticas y místicas, en un constante ascenso y descenso a las ultimidades del ser. Se trata, pues, de un teatro de la crueldad riguroso y extremo, donde se han destruído las convenciones tradicionales del teatro y donde el actor accede cada vez más al mundo del dramaturgo, el director y los diferentes mundos de la resistencia social y humana. Se trata de una rebelión al interior mismo del escenario imaginario donde se produce el choque, el acto y el desencuentro y donde los personajes se movilizan como enormes alegorías y alegoremas de la razón y la sinrazón. En este espectáculo, los roles se intercambian, convirtiéndose en un mismo ritmo, en símbolos, metáforas y conjunciones paródicas e hiperparódicas, alegóricas e hiperalegóricas, a partir de las cuales se reconocen y activan las funciones críticas del espectáculo. De ahí que el mundo de arriba y el mundo de abajo sean los espacios visibles e invisibles de la actuación. La propuesta fundamental del espectáculo se encuentra en un recorrido continuo de la resistencia y de la violencia racional e irracional en el mundo de arriba y en el mundo de abajo. El espectador tendrá que someterse a una disciplina rigorista para legitimar su presencia en este espectáculo. La relación conflictiva y filosófica entre el dramaturgo, el director, el actor y el espectador implica propinarle al logos y al cuerpo un puntapié ontológico y fenomenológico, de tal manera que lo que se proyecta y se reconoce en los mundos imaginarios del espectáculo es la lucha social y alegórica entre la institución social, el sujeto de la historia, los límites de la interpretación teatral y las diversas suturas de la consciencia o entidad dialéctica de los personajes. Huella, sentido, mensaje sagrado y mensaje profano, construyen una teatralidad abierta a los diferentes órdenes y quebraduras de la territorialidad.

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