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Cuento





















Razón y locura

FERNANDO UREÑA RIB


Una súbita luz apagó el candil del desierto y resonó a distancia la voz de un trueno atardecido.

- ¡Pide un deseo! Me ordenó la voz del genio- luego de haber frotado yo con energía su lámpara oxidada y maravillosa. Apartándome del cadáver despedazado y maloliente que había a su lado, requerí:
- ¡Quiero hablar y entender los idiomas del mundo!
- Te lo concedo. Pero advierto que enloquecerás.
- No temo a la locura ni a la muerte.
- Concedido. Eres mi amo. Sigue tu camino. Si me necesitas, frota la lámpara de nuevo y apareceré en el acto. Mi amo anterior falleció debido a extraños delirios y hace ya centurias que vivo enclaustrado en esta lámpara sellada.

Como teniente asignado a un escuadrón militar norteamericano en Bagdad, debía hacer un reporte sobre esos hechos. Oportunamente ese informe llegó a manos del General A. W.Perkins, jefe de la Unidad 37 de la 2ª División. Lo leyó en silencio y supuso con pesar que yo era uno más de los miles de soldados atacados por biporalidad, espejismos y la locura que domina Irak. La locura es un bien colectivo. Ayuda a olvidar el horror de la guerra y a sobrevivir el cotidiano espanto. La otra opción no es mejor ni menos fulminante: Las drogas.

Perkins me llamó a su despacho y creyéndome un desquiciado mental o un soldado delirante por estupefacientes me reprochó:
- ¿Para qué quieres entender el lenguaje de la gente en estas tierras áridas y extrañas?
- Sé que peleamos contra ellos porque no los entendemos. Es necesario oírles, escucharles, mi general, negociar y ahorrar vidas.
Al darse cuenta de que mis respuestas eran lógicas y de buen sentido, antepuso:
- ¿Por qué no pediste al genio que te diera poder, fama y riquezas? ¡Es lo que todos anhelamos!
- Porque es esa avarienta obsesión de poder, fama y fortuna lo que hace infelices y locos a los hombres, mi general.

El general se sintió aludido, enrojeció de ira y estuvo a punto de pegarme un tiro en la sien. Yo froté rápidamente la lámpara que traía junto a mi cantimplora. Esta tarde, a las cuatro, será el entierro del general.


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