Santo Domingo,
teatro
5:00 P. M.

La noval actriz Camila Rivera, una adolescente que despunta hacia la primera juventud y que podría desbordar su entorno, romper su cercado horizonte, irrumpe hoy en el Teatro Guloya con una obra epílogo de una breve temporada de verano pero apertura de una nueva propuesta en el repertorio del agitado proceso que viven para la escena los tutores de la estrella naciente, Claudio Rivera y Viena González.

No sabemos qué quiere Camila, si su vocación pueda estallar hacia un nuevo confín -digamos que prefiera las matemáticas-, pero desde el día que nació su entorno ha sido el teatro, con todo y que Claudio y Viena nunca promovieron a su primogénita en una escena que pudiera mostrar su ingenio desde niña. Estando ella siempre allegada, por obligación, al quehacer profesional de sus progenitores, hoy a las cinco de la tarde es cuando la adolescente demostrará su grado de talento en este arte (valga aquí este adjetivo en su contexto de figura no estrictamente teatral, sino de conmoción en sentido general) tan dramático.

Si bien el cartel que anuncia al público la obra, y lo llama, la enuncia como figura número uno del elenco, no hace promesa de protagonismo sino que la presenta como una más en la nómina de esta obra que hoy se inaugura, «El monte fantástico», en que simplemente ella encabeza el reparto en que aparecen además Cinthia Almonte, Micky Thomas, Dimitri Rivera y Viena González.

¿Qué es lo que tiene apertura hoy en el Teatro Guloya, una nueva e importante obra del ya amplio repertorio de Guloya o la incursión en un primer plano de Camila Rivera? Quizá el editor de la Agenda Cultural está ignorando procesos vividos o superados, así que, modestia, ven y acompáñanos a señalar otros ítems: «El monte fantástico» cierra hoy sábado y mañana domingo la temporada de «Teatro chiquito», una obra con valores ecológicos, se dice, que convoca recursos tales como luces, sombra, máscaras, teatro negro, música; dirigida por Viena González, dramaturgia de Luis Mantilla, adaptación del texto de Claudio Rivera, musicalización de Víctor Contreras y fotografía de María Monegro. Todo lo demás, en una escala del aplauso al desencanto, se encamina como el título y el estribillo del poema fantástico y terrible del inmenso Federico García Lorca: «A las cinco de la tarde».

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