Todos los hombres tienen fe. No todos tienen amor
Cuento
El paseo
Fernando Ureña Rib
Cuando Jesús estaba a punto de cumplir sus trece años, Isabel y Juan su hijo, salieron desde Aín Karim para visitar a sus parientes, María y Jesús en Nazaret.
Las mujeres tenían mucho que contarse sobre sus experiencias con estos niños extraordinarios y por tanto les dijeron: «Den un paseo por donde les plazca, pero regresen a casa antes de cena».
Los adolescentes obedecieron. Mientras tanto, María no cesó de hablar del encuentro que Jesús sostuvo el año anterior con los intelectuales, académicos, científicos y maestros de la ley en el Templo de Jerusalén.
Como los muchachos tenían casi todo el día para hacer lo que querían, aprovecharon para pasear en grande. Salieron a respirar el aire puro de los cedros del Líbano, a descubrir novedades en los bazares de Damasco y luego a dar una vuelta por Shiraz, en Persia y se perdieron en los luminosos desfiladeros de Nepal, ya cerca de la India. Y sin embargo, regresaron a Nazaret antes de la cena.
-Todavía nos queda tiempo, Jesús. ¿Por qué no aprovechas para curar algunos ciegos y leprosos?
- No ha llegado mi hora, Juan.
- Quiero entender cómo realizas esos milagros y estar seguro de que no es magia o brujería.
- Demos un paseo por ese camino de mendigos y enfermos. ¿Ves a ese leproso? Pondré las manos en su cabeza y restableceré su sistema celular y linfático hasta el momento anterior al advenimiento de la enfermedad. Si hacen cambios en sus vidas, las personas a quienes sano pueden vivir muchos años adicionales.
- ¿Cómo consigues la información curativa, Jesús?
- Todo está escrito en la célula madre, Juan. El resto es cuestión de logaritmos y transmisión de energía. Vendrá un día en que los hombres también podrán leer esa información y harán milagros de sanación.
- Pero, ¿y la fe, Jesús? ¿Esos hombres serán capaces de curar sin la unción sagrada de la fe?
- Todos los hombres tienen fe. No todos tienen amor. El pecado que aniquila y pudre a los hombres es la falta de amor.
En ese momento llamaron María e Isabel: «¡Niños, acérquense. La cena está servida!» Y corrieron a comer en la carpintería de José, porque estaban muy hambrientos después de aquel largo paseo.