Me darás un paseo por las profundidades marinas y luego me dejarás discretamente a orillas del Tigris
Fernando Ureña Rib |
Cuento
La disyuntiva
Fernando Ureña Rib
Un hombre entra en la boca de un pez y lo examina todo minuciosamente. Las sierras afiladas, las mandíbulas contráctiles, el cuerpo robusto, alargado, y las agallas deprimidas y ansiosas, a punto de succionarle. Y en efecto, el pez le habría devorado si él no hubiese tomado la precaución de atravesar su vara de profeta entre la lengua pajosa y el cielo palatino de aquel gran pez.
«Es tiempo de negociar los términos y condiciones de la deglución», dice Jonás. «Serán tres días. Me darás un paseo por las profundidades marinas y luego me dejarás discretamente a orillas del Tigris. Tengo una misión secreta qué cumplir». «¿Qué misión?», se oyó una voz dentro del pez. «Al parecer hay armas de destrucción masiva en Nínive. Hay violencia de Estado y los negocios de la guerra les han llevado a una situación de degradación humana y corrupción extrema. Debo advertirles sobre la aniquilación inminente que se les avecina».
Antes de empuñar un periscopio, Jonás notó que no estaba en el vientre de un gran pez. Que en realidad él flotaba en la ingravidez de un sumergible camuflado de fabricación soviética. Y vio que no que no era conducido a Nínive, como la primera vez, si no a Teherán, en las cercanías del Mar Caspio. Sabía que ahí, probablemente, le esperaría la muerte.
Entonces fue cuando Jonás se planteó la disyuntiva: «Si no obedezco a Dios recibo su castigo y si lo hago, enfrento el de los hombres».
Lunes, 30 de enero de 2012 a la(s) 7:55