Muchos hechos han sido censurados, tergiversados, tachados, negados...





















La Disfunción
Consultorio Dr. Apfstein, Sicoanalista
Cuento

Fernando Ureña Rib

-Creo que padezco de una disfunción antropológica, doctor.
-Nunca escuché de esa dolencia. ¿De qué se trata?
-Como puede notar, soy el último de los australopitecos. Físicamente hay poca diferencia y aunque me sería fácil atravesar la línea divisoria, me resisto a convertirme en un ser humano, como todos ustedes.
-¿Y cuál es esa «línea divisoria»?
- El hombre es tanto un animal religioso como político. No soy ni seré lo uno ni lo otro.
-¿Podría explicarme sus razones? Un poco de religión y de política no le hará daño.
-Los líderes religiosos y los políticos tienen mucho en común: Necesitan un redil de tontos que les siga. Rehúso ser parte de manada alguna.
- Por eso se ha quedado usted solo, señor…
- Australus. Así se me conoce, pero no quiero que me llame de «señor». Basta mi nombre.
-La sociedad se forma en torno a líderes, Australus. No es posible organizar los pueblos y las naciones sin la presencia de un conductor. La historia está llena de ejemplares valiosos: Abraham, Moisés, David, Nabucodonosor, César y muchos otros eran al mismo tiempo líderes religiosos y políticos en su tiempo.
-Conozco bien la historia, doctor. La he vivido desde sus orígenes. Muchos hechos han sido censurados, tergiversados, tachados, negados por los historiadores humanos.
- ¿Puede darme un ejemplo?
- El paraíso del Edén era nuestro. Vivíamos sin políticos y sin otra religión que la del amor. Todo prójimo era venerado, admirado, respetado. La confianza era mutua, reinaba la alegría. Nadie levantaba una mano contra el vecino. No había injusticia ni corrupción, todo era paz.
-¿Cómo es posible si los australopitecos eran seres de inteligencia menor?
- Esa es otra gran mentira histórica, doctor. Somos tan inteligentes como el que más. Quizás por eso fuimos expulsados del paraíso, mucho antes que Adán y Eva llegaran a existir.
-¿Y adónde fueron ustedes expulsados, mi querido Australus?
- Nos mandaron a Australia, en el confín del mundo, como era de esperarse.
-¡Entonces no es usted un australopiteco sino un aborigen australiano!
-No me hable de política, doctor. Ya le he dicho que he venido a su consulta porque padezco de una seria disfunción antropológica.

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