Todavía la palabra poeta tenía resplandores en este país
Nota de Manuel Mora Serrano
sobre el Grupo Literario del Cibao
Nota de la Agenda Cultural. El jueves 24 de este mes publicamos del escritor Pedro Camilo, de su serie «Visiones de la Literatura», el texto «Mora Serrano y el Grupo Literario del Cibao», que Pedro había publicado uno o dos días antes en la página del grupo Ruicala de Facebook. Ahora Mora Serrano ha enviado a Clodomiro Moquete la presente nota sobre el tema, que con mucho gusto insertamos a continuación.
He leído en tu Agenda lo que ha escrito Pedro Camilo con justa razón, como una omisión en el artículo que publicó Diario Libre el 19 del mes en curso. Sin embargo, no sólo hubo esa omisión, sino que, quizás por razones de espacio hubo todo un párrafo que no apareció y es el siguiente que copio del original:
«Nos había visitado varias veces Juan Sánchez Lamouth, a quien rendimos homenaje cuando ganó el Premio Nacional de Poesía con el Pueblo y la Sangre. Luis Alfredo Torres y Rafael Lara Cintrón fueron otros de los miembros importantes de la Generación del 48 que fueron a visitarnos.
«En Salcedo encontramos a Tatem Mejía, a Emelda Ramos y luego a Pedro Camilo Camilo. Un día hubo allí un encuentro con Pedro Mir, donde el que luego fuera Poeta Nacional declaró que había dejado la poesía por la novela.
«De Villa Altagracia nos visitaba el entonces bisoño poeta Cándido Gerón; desde San Rafael del Yuma, donde residía entonces, llegó Denis Mota; otro joven poeta que se desplazaba era el prometedor Salvador Santana».
Inexplicablemente hubo esa omisión. Realmente fuimos a visitar a Camilo Camilo cuando ejercía en ese lugar que menciona por la carretera de Jamao. Recuerdo que quien más entusiasmo tuvo con Pedro Camilo Camilo fue Freddy Gatón Arce que decía que sabía redactar y que tenía mucho talento. Realmente quien lo descubrió fue Freddy, que tenía un aguzado instinto para reconocer el talento emergente.
Al agregar este párrafo omitido, creemos hacer justicia al talentoso narrador de Salcedo y la no menos prolífica y brillante narradora que es Emelda Ramos.
Estoy pensando en escribir sobre el Turismo Literario para completar la misión que emprendimos algunos de los miembros del Grupo del Cibao por toda la geografía nacional. Lamentablemente, como le decía al director del periódico donde apareció el artículo comentado por Pedro, siempre hay omisiones que duelen y las de los salcedenses es una de esas; me alegro de poder subsanarla en parte, así como la de Rafael Lara Cintrón, Denis Mota y Salvador Santana.
Apuntes para la historia
El Grupo Literario del Cibao
Manuel Mora Serrano
Es difícil ahora precisar cuándo y cómo se fue formando lo que luego sería conocido como El grupo Literario del Cibao porque no había un núcleo central ni un asiento fijo en algún lugar.
Algunos aventuran que todo surgió luego del Primer Coloquio de Literatura Dominicana celebrado en 1969 en la entonces Universidad Católica Madre y Maestra de Santiago (UCMM), coincidencialmente el mismo día que se dio apertura al evento al que asistieron las personalidades más connotadas y los jóvenes de postguerra que luego se han distinguido en nuestras letras, apareció mi primer artículo de Turismo Literario donde narraba un viaje con el poeta Chery Jimenes Rivera por la Línea Noroeste. Sin olvidar que desde antes estaba empeñado en una lucha contra la apatía capitaleña frente a lo que hacíamos en provincias y mi campaña para que se reconocieran algunos talentos preteridos y para que los suplementos, entonces muy abiertos a la poesía y el ensayo, publicaran los textos de los jóvenes.
No me doy por ello el bombo de haber nucleado ese fervor que hubo en toda la región por la literatura, porque un escritor no se improvisa de momento sino que es el fruto de muchas lecturas, aspiraciones y fracasos antes de mostrar sus primeros pininos a la atención general. Pero reconozco mi papel de agitador cultural, ya que me movía viajando por los diversos pueblos y contactando valores tanto en Santiago, como en La Vega, Moca, Salcedo, San Francisco de Macorís, Bonao y dando a conocerlos a través de las facilidades que mis artículos me abrían, sobre todo en los turismos literarios.
Sin embargo, debo admitir que los verdaderos impulsos para ese renacer cultural en la región que ahora abarca toda su geografía, tuvo dos mentores. Uno que apenas se nombra, como fue Héctor Incháustegui Cabral, cuya gestión en Santiago, centro de la zona, no solo con la organización aquel evento pionero, sino por el remozamiento cultural que él significó personalmente y a través de las publicaciones y del rescate de valores jóvenes que se hizo. La hoy PUCMM, por el solo hecho de existir, de sus exigencias académicas, por la formación que hizo de profesores que se especializaron fuera del país y sobre todo por la publicación de la obra de Alberto Baeza Flores que generosamente mencionaba a muchos de esos jóvenes que surgían comentando sus textos, sin duda alguna, aquel centro de estudios que vino a llenar una necesidad cultural que siempre se necesitó y hasta entonces no se tuvo quedan en la historia señeros y airosos como el Monumento de Santiago.
Los otros elementos importantes para el auge y la importancia que tuvo el grupo, fue la presencia física y el apoyo de prominentes figuras de la Poesía Sorprendida como Aída Cartagena Portalatín y Freddy Gatón Arce y la inclusión entusiasta de uno de los más importantes poetas de la Generación del 48, Juan Alberto Peña Lebrón, que era la cabeza cultural más relevante que residía en la zona.
En el caso de Aída fue su presencia en Moca adonde íbamos a la casona paterna o en sus frecuentes viajes a Pimentel donde hicimos las lecturas y conocimos secretos.
En el de Freddy Gatón Arce, tuvimos la suerte de que el padre de doña Luz, su esposa, viviera en Pimentel y continuamente viajara a visitarlo y se quedara por el fin de semana que aprovechábamos para leer poemas, especialmente sus últimos libros.
En Pimentel había entonces un fervor por la literatura en diversos grupos que al final se compactaron en Amidverza (Amigos de la verdad y la belleza que habíamos fundado Francisco Nolasco Cordero, Elpidio Guillén Peña y yo en los años sesenta) y en la revista del mismo nombre que desapareció después de la muerte de Trujillo; entre otros recordamos a Freddy Ortiz Landrón, Osvaldo Cepeda y Cepeda, Pedro Grullón Antigua, Mendy López Sr., Héctor Polanco Pérez, Rafael Mejía Amparo y Benigno Taveras Castro. Luego residiría en nuestro pueblo Héctor Amarante y desde su llegada formó parte integral, y con él recorrimos todos los pueblos y participamos de los coloquios.
Además, debemos señalar que la presencia de Juan José Ayuso y Eulogio Santaella animó tanto en Santiago como en Pimentel diversos encuentros. Sin olvidar las tertulias con Chery Jimenes Rivera y bien aparte con Tomás Morel. Y el encuentro en Santiago en la casa de Zaidy Zouain donde respaldamos el pluralismo de Manuel Rueda.
Los del grupo nos reuníamos con cierta regularidad en diversos escenarios. Ofrecíamos recitales, misas líricas, conferencias.
El primer encuentro, que podríamos llamar «fundador» ocurrió en Arenoso, Villa Riva, patrocinado por Manuel Porfirio Córdova a las veras del río Yuna, allí hubo presencia de Moca, La Vega, San Francisco de Macorís y Pimentel; más tarde hicimos encuentros en Bonao con Héctor Bueno, Pedro Pablo Fernández, Fausto del Rosal, Diómedes Núñez Polanco, Emilio Muñoz Marte y varios más; en Pimentel a cada rato aparecía un escritor y eso era motivo de una tertulia en el Ateneo Popular, presentamos libros como La tierra más hermosa de Alberto Baeza Flores y tuvimos intercambios en La Joya, San Francisco de Macorís en el paraíso de doña Violeta Martínez de Ortega, en La Vega además de Julio César de Peña que estuvo en Arenoso, con Mario Concepción entre otros intelectuales en el hogar de Gonzalo Córdova y Ana María Gassó. En Moca había una actividad febril. Moca era un bastión cultural desde hacía mucho tiempo, no solo con la presencia de Juan Alberto Peña Lebrón, sino por la de Julio Jaime Julia, que aunque tenía tienda aparte, había sido un creador de entusiasmos y formador de intelectuales y porque allá, sobre todo en el «Club de Amigos de la Duarte» ( lo de la por «la» Carretera), con la presencia entusiasta de Bruno Rosario Candelier, Adriano Miguel Tejada, Sally Rodríguez, Pedro Pompeyo Rosario, José Enrique García, Rafael Castillo y a veces José Rafael Vargas, entre otros jóvenes entusiastas de entonces, hicimos encuentros inolvidables con Antonio Zaglul, con Héctor Incháustegui, con Antonio Fernández Spencer, respaldados por Aída y Freddy. Le hicimos una misa lírica a Juan Sánchez Lamouth, otra a Franklyn Mieses Burgos con presencia de Federico Henríquez y Grateraux, que nos ofreció el panegírico que había pronunciado en su tumba, y tres sorprendidos, Freddy Gatón Arce, Antonio Fernández Spencer, Ramón Francisco, Chery Jimenes Rivera y los jóvenes de Moca y San Francisco de Macorís y J. M. Glass Mejía; un responso lírico a Rubén Darío y otro a René del Risco y Bermúdez al que asistieron Abel Fernández Mejía y Ricardo Rojas Espejo, donde escanciamos vino y miel. Nos dieron conferencias Mateo Morrison, Ramón Francisco, a la que asistió Marcio Veloz Maggiolo. Declaramos a Alberto Baeza Flores en el Ayuntamiento local, como Hijo de Pimentel y le hicimos un agasajo a Manuel del Cabral y un día nos visitó Luis Manuel Despradel y una noche el postumista José Bretón leyó poemas y realizó un acto bajo fuego en el Ateneo Popular.
Nos había visitado varias veces Juan Sánchez Lamouth, a quien rendimos homenaje cuando ganó el Premio Nacional de Poesía con el Pueblo y la Sangre. Luis Alfredo Torres fue otro de los miembros importantes de la Generación del 48 que fue a visitarnos.
Le hicimos el último homenaje a Domingo Moreno Jimenes en el interior del país, llevándolo a Pimentel en un acto público que contó con la presencia de Efraim Castillo y Abel Fernández Mejía, y una masiva presencia de los demás miembros del grupo.
En El Rancho Amalia de la Joya en San Francisco de Macorís, tuvimos la visita de Freddy Prestol Castillo, Franklyn Mieses Burgos y Rubén Suro. En los jardines hay una tarja recordando esa visita que dice que el poeta Mieses Burgos dijo sus versos allí y otra en memoria de Freddy Gatón Arce con uno de sus poemas.
A la Joya fueron huéspedes en diversas oportunidades Manuel Rueda, Aída Cartagena Portalatín, Antonio Zaglul y su familia; Federico Henríquez y Gratereaux y su familia y durante mucho tiempo la ocupábamos con Freddy Gatón Arce, Cayo Claudio Espinal y allí escribimos poesía, novelas y corregimos libros.
También nos desplazamos por Puerto Plata donde estaban Félix Castillo Plácido y Rafael Brugal; fuimos a Altamira donde el doctor Joaquín Manuel Mendoza, Vicking, que era un formidable entusiasta de la poesía y un lector maravilloso de poesía; una vez nos hospedamos en el Hotel Río San Juan y tuvimos jornadas inolvidables, pero la más memorable de todas fue el viaje Samaná.
Precisamente en un libro de reciente aparición «Sobremesa de Anadel comentarios a la novela de Julio Vega Batlle» (Editora Nacional abril 2012), aparece la invitación que hicimos en El Caribe en enero de 1977 para una peregrinación a Anadel. La misma se realizó más tarde y fue un éxito. Participamos Cayo Claudio Espinal, Freddy Gatón Arce, Juan Alberto Peña Lebrón y otros, y dictó una conferencia Antonio Zaglul en la Logia samanesa.
Dormimos en la ciudad y al otro día nos ofrecieron un agasajo en la playa de Las Galeras donde procedimos a apadrinar todos al echado de agua al niño Francisco Alberto, hijo de nuestro anfitrión, el doctor Porfirio Moratín, oficiando Hugo Pérez Caputo. Entre los que estuvimos en ese peregrinaje, que entre otras cosas me dio motivos para escoger a Las Galeras como utopía cultural para mi novela Goeíza, además de los citados, estuvieron esposas e hijos de los pereginos, y entre otros el Benjamín de los sorprendidos J. M. Glass Mejía, Pedro Pompeyo Rosario, Bruno Rosario Candelier, Félix Castillo Plácido, Orlando Morel.
De esos años hay ecos en los periódicos y en las revistas tanto de la ciudad Capital como de Santiago y algunos de los citados publicaron por primera vez. Muchos recuerdan la polémica en el periódico El Sol entre nosotros y Andrés L. Mateo, que defendía lo indefendible, porque ciertamente fuimos preteridos y la prueba está en los nombres que han surgido de aquel grupo, que luego se escindió cuando Bruno Rosario Candelier montó tienda aparte con el Interiorismo y Cayo Claudio Espinal con el Contextualismo.
En resumen, nosotros nos juntábamos, pero nadie obligaba ni exigía a otros que escribieran de esta o de la otra manera. Discutíamos, hablábamos de literatura, hacíamos lecturas, criticábamos. La presencia de Freddy Gatón Arce fue determinante para ponernos al día de lo que ocurría en el resto del mundo y para conocer la historia viva de la mejor literatura dominicana que se hizo precisamente en esos tiempos y antes de ellos. Hoy algunos de los citados han muerto o han dejado la literatura; otros persistimos y otros se han destacado en la política y el periodismo. Haber contado con Aída Cartagena Portalatín y Juan Alberto Peña Lebrón también nos fue de mucha ayuda, sobre todo la de este último, que era un muro de contención contra cualquier extremismo, aunque nunca censuramos a nadie por sus ideologías o sus preferencias. Si algo distinguió aquel movimiento de nuestro Grupo Literario del Cibao fue la tolerancia y la libertad absoluta de los creadores, algo de lo que soy adicto defensor, de ahí que todos fuéramos diferentes y que nadie tratara de imitar a otros o seguir sus corrientes. Éramos un grupo, pero bien abierto y a nuestros actos concurría un pueblo ávido entonces de novedades y poroso a recibir el verso. Todavía la palabra poeta tenía resplandores en este país.