ella, al notar tanto ardor, se desvanecía de gozo...





















La muñeca de Bartolo
Décimas

Gabriel Moquete


Se matrimonió Bartolo
con una mujer hermosa,
muy parecida a una diosa
de los senderos de Apolo.
Estaba que hablaba solo
con aquella ilusión fresca,
su ternura gigantesca
era un mundo de pasión,
vivía en adoración
para su linda muñeca.

«Muñeca» puso de apodo
a su esposa idolatrada,
así la veía, elevada
en su mente, a su acomodo.
Su muñeca era su todo,
la cortejaba ardoroso,
la contemplaba dichoso
como su único amor,
ella, al notar tanto ardor,
se desvanecía de gozo.

Una tarde, muy hambriento
llegó Bartolo al hogar,
encontró a su flor de azahar
dormida en el aposento.
Fue a buscar el alimento
cotidiano al comedor,
ni plato ni tenedor
ni comida había en la mesa,
la cocina estaba «ilesa»,
¡dormía rendida la flor!

Cuando la fue a despertar
la esposa dio tres quejidos
que dejaron al marido
sorprendido al escuchar.
Su muñeca empezó a hablar
y le dijo muy atenta:
Bartolito, si tu intentas
que yo cocine, babay,
¿cuándo tú has visto por’ahi
una muñeca sirvienta?

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