Renuncié a la misa de cuerpo presente

Justiniano Estévez Aristy





















Memoria de la hiedra seca II
Poema
(fragmento)

Justiniano Estévez Aristy

Auxilio, boca a boca, las metáforas lúgubres.
El lenguaje fue para mi lengua un asador que tatuó su fuero.
Mis labios sin agua, echaban humos.
Las letras las tomé como a una copa de óxidos.
Parecemos ciegos, porque son las paredes que chocan con nosotros.
La ceguera no es más que un caminar de paredes.
El ciego guía la desorientación del espacio.
El que ve, en cambio, choca consigo mismo.
Nada me importaron, en fin, los signos de la posteridad.
Escribo en claves, poco a poco, cada pedazo de mi muerte.
Renuncié a la misa de cuerpo presente,
prefiriendo mis poemas como una tumba perdida de bosques muertos
sin tránsido hacia las civilizaciones infaustas.
Nunca quise lectores, sino olvidos.
Escribir de noche y tachar de día, como un Dios clemente
en medio de un mundo sin piedad ni memoria.
Quien escriba mi nombre con la flama de la vanidad,
habrá matado mi apodo y colocado toda mi anatema.
En mi último crepúsculo, quisiera borrar con salivas, una a una,
todas mis metáforas. A quien queme mis libros le daré mi gloria.
Sol y lunas doy a todo aquel que pronuncie incorrectamente mi apellido.
La mujer que no me inscriba en el pentagrama de su corazón futuro,
la habré amado desde el pasado,
pero jamás leerá mis correspondencias sin buzones.
Desnudar interiores no es más que tratar de esclavizar para uno
la indifrencia del prójimo.
Un beso no es libertad de labios, sino ataduras del aliento y cerrojos del corazón
extraño. Ni muerte ni tumba, tan solo quisiera que me devoraran las aves
sin plumas que inventan mis arañas nocturnales y que tejen inconsistencias
en los alambras sin voltajes de mis sótanos perdidos. Donde solo espirales malditos exhalan mis baúles ocupados por vanos ángeles dementes,
un memorialista adopta la vacuidad
como rotundo y definitivo seudónimo.

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