Fragmento de una obra de teatro
Reinaldo del Orbe |
Reinaldo del Orbe
Teatrista, dramaturgo y escritor, Reinaldo del Orbe es el Jefe de Producción del espectáculo «De Arriba Abajo», obra de Haffe Serulle que será representada los días 6 7 8 9 de diciembre próximo. En esa calidad se ha acercado a la Agenda Cultural y el resultado es esta excelente colaboración, un fragmento de su obra de teatro -de Reinaldo- «Rum bum bum bum». No es frecuente publicar teatro en una página como la Agenda Cultural, pero aquí está, para beneficio de nuestros lectores. Reinaldo es teatrista egresado de la Escuela Nacional De Bellas Artes (ENAD). Cursó talleres de expresión corporal y dilatación en el Teatro Rieretta en España (Barcelona). Fue director creativo del espacio cultural 7-Grados. Ha colaborado en revistas como «Lengua», «Librusa», además de cofundador y encargado de la multimedia del grupo Machepa Teatro (2009-2011). Ha ganado premios nacionales e internacionales de literatura. Productor y conductor por dos años del programa radial Biblioteca en el Aire. Actualmente conduce Ojoluna Radio y Esnio, programas radiales por la radio del Centro Cultural de España; estudia historia y crítica de arte en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD; reconocido por la revista «Letralia» como un joven promesa de la literatura Iberoamericana; escribe para el periódico Acento, y ejerce como Director creativo de Ojoluna Teatro: hermandad teatral fundada por el artista.
Contacto.: (829) 639-0689
Twitter: Guarapopo
Facebook: Reinaldo del Orbe
www.reinaldodelorbe.blogspot.com
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Rum bum bum bum
Teatro
(Lentamente con el forcejeo entre Finus y Nana las luces se van apagando. Pasados unos segundos, se encienden nuevamente. El escenario permanece vacío, sobre el una silla y unas cacerolas. Se trata de la casa del Señor Dulce. De un lateral hacia el otro cruza molesto con los brazos cruzados el Niño de los Caramelos Tristes, se arrodilla en el suelo, hincha los buches en señal de molestia, entonces procede a quejarse)
Niño de los Caramelos Tristes: (Con una molestia infantil, casi irrisoria) No me gusta el chocolate sin leche.
Señor Dulce: (Entrando por donde mismo ha entrado el Niño de los Caramelos Tristes) No digas eso Niño de los Caramelos Tristes. Hay cosas en la vida que no se valoran por la visión que tengamos de ella, sino por la importancia que tenga en nuestras vidas.
Niño de los Caramelos Tristes: Es que igualmente me gusta más con leche que sin leche.
Señor Dulce: ¿No quieres al menos probar?
Niño de los Caramelos Tristes: No. Mejor probaré mañana, pero no insistas más porque si continúas voy a desaparecer.
Señor Dulce: (Tierno) Niño de los caramelos tristes, no me gusta cuando usas la desaparición como derecho. Hoy es ese mañana. Ven y prueba.
Niño de los Caramelos Tristes: No quiero.
Señor Dulce: ¿Ni siquiera lo harías por este viejo cascarrabias?
Niño de los Caramelos Tristes: (Lo mira, le da ternura, se ríe, se decide a probar) Está bien probaré pero sólo un poco.
Señor Dulce: Está bien. Un poco es más que suficiente.
Niño de los Caramelos Tristes: (Lo prueba. Saborea, prueba un poco más) Uhh (Sigue probando. Le gusta. No para. Sigue haciendo sonidos guturales de placer) Está rico.
Señor Dulce: ¿Ves?
Niño de los Caramelos Tristes: No sabía que el chocolate sin leche tenía tan buen sabor.
Señor Dulce: ¡Claro que lo tiene! Incluso me extraña que pienses que no te podía gustar. Pues resulta que los helados que vendes son fabricados sólo con chocolate, no llevan leche.
Niño de los Caramelos Tristes: Lo sé, justamente por eso nunca he comido de mis propios helados. (Ambos ríen) ¿Pero por qué usted no tiene leche? ¿Se le ha acabado?
Señor Dulce: Sí. Para colmo en el mercado ya no están vendiendo leche.
Niño de los Caramelos Tristes: ¿Qué pasa con la leche de las vacas de Tamus?
Señor Dulce: (Se intriga. Se acerca sigiloso) Eso es un tema prohibido. Hace mucho tiempo que todos en la ciudad dejamos de beber esa leche, y por favor si ellos te invitan no la aceptes, es más, si cualquier persona de la ciudad te invita a tomar o comer algo que contenga leche, no aceptes. Pues como no hay leche en el mercado, eso quiere decir que todo lo que leche contenga ha de ser de las vacas locas de Finus y Tamus.
Niño de los Caramelos Tristes: ¿Realmente están locas? Pensé que era sólo una locura de Tamus.
Señor Dulce: (Como quien guarda un secreto) Sí. Puede ser. ¿Pero entonces te ha gustado?
Niño de los Caramelos Tristes: Claro que me ha gustado.
Señor Dulce: ¿Quieres un poco más?
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Señor Dulce: ¿Por qué dices eso?
Niño de los Caramelos Tristes: Porque en la medida en quede sabroso su chocolate, en esa medida es de dulce su amor. Aunque no comprendo cómo puede estar tan dulce, si en el pueblo hace mucho tiempo que también hay escasez de azúcar. ¿Acaso le ha echado usted a mi chocolate toda la azúcar que le quedaba?
Señor Dulce: Pequeño amigo, no tengo azúcar.
Niño de los Caramelos Tristes: ¿Entonces?
Señor Dulce: Lo he hecho con amor.
Niño de los Caramelos Tristes: ¡Vaya, realmente es usted un ser de mucho amor Señor Dulce! ¿Sabes, por qué no viene conmigo, juntos podemos conquistar otras ciudades?
Señor Dulce: ¿De verdad?
Niño de los Caramelos Tristes: Claro. Yo iría por el mundo enterrando mis pasos, y usted por supuesto vendría detrás, se encargaría de sembrar la semilla de mi calzado para que nazcan mis huellas, y luego otro las podrá seguir.
Señor Dulce: ¿Y qué pasará cuando tengamos hambre?
Niño de los Caramelos Tristes: Leeremos, ¿Acaso no sabe usted que el libro es el mejor amigo del hambre?
Señor Dulce: ¿Y cuando se nos acaben los libros, qué comeremos?
Niño de los Caramelos Tristes: ¡Oh señor Dulce, esperanzas! Fíjese en la naturaleza, todo es verde porque siempre hay esperanza.
Señor Dulce: Pero entre tantos viajes que haremos, en algún momento llegaremos a algún desierto donde no habrá nada verde.
Niño de los Caramelos Tristes: No se preocupe Señor Dulce, sembraremos las esperanzas que hayamos cosechado en nuestro corazón.
Señor Dulce: ¿Y cuando se cansen nuestros pies?
Niño de los Caramelos Tristes: Pero Señor Dulce ¿Y quién le dijo a usted que siempre andaremos a pie? A pie sólo saldremos de la ciudad, pero una vez estemos fuera me encargaré personalmente de conseguir dos jinetes asiáticos, uno para usted y otro para mí.
Señor Dulce: ¿Y por qué asiáticos?
Niño de los Caramelos Tristes: Porque los jinetes asiáticos son el uno para el potro.
Señor Dulce: ¿Qué pasará entonces si nos enfermamos?
Niño de los Caramelos Tristes: Eso nunca pasará Señor Dulce. Los corazones sólo se enferman cuando se unen elementos de dolor como la soledad, el hastío, la traición, entre otras cosas. ¿Y quien dijo que entre tú y yo existe eso? La única enfermedad de la cual usted puede padecer es de un calambre en el pecho, y déjeme informarle que los calambres en el pecho son el inicio de un amor ciego.
Señor Dulce: ¿Y todas nuestras pertenencias que tenemos aquí en la ciudad?
Niño de los Caramelos Tristes: Así mismo como cuando caen rayos y centellas del cielo y te importa que se parta en dos la humanidad, así mismo nos importará a nosotros todo lo que dejaremos atrás. Venga no sea tímido, ¿No ve usted acaso que está haciendo buen viento para volar? La vida es un viaje en el que no te venden pasaje de vuelta, y en cualquier momento te puede remplazar. Así debemos darle vida a la vida para evitar molestias.
Señor Dulce: ¿Pero, como nos iremos sin que nos alcancen nuestros detractores y nos obstaculicen los vigías?
Niño de los Caramelos Tristes: Con el viejo truco de abrir los ojos y no te escapes.
Señor Dulce: ¿No está muy claro afuera? Nos verían igualmente.
Niño de los Caramelos Tristes: Pues si quieres nos escapamos por la tarde y nos hacemos laberinto.
Señor Dulce: ¿Por qué mejor por la noche?
Niño de los Caramelos Tristes: ¡Oh no imposible! Las noches son para soñar, y los días para pensar.
Señor Dulce: ¡Claro que tonto soy! En la noche debemos dormir para que el cuerpo descanse.
Niño de los Caramelos Tristes: ¿Dormir, quién ha hablado de dormir?
Señor Dulce: Pero has dicho que las noches son para soñar.
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Señor Dulce: ¿Y cómo entonces lograremos escapar?
Niño de los Caramelos Tristes: Como si nada, llegaremos y le trastornaremos la vida. Ellos nos lo permitirán.
Señor Dulce: ¿Y qué pasará cuando estemos aburridos?
Niño de los Caramelos Tristes: Nos quedaremos callados, y pensaremos hora tras hora que hubiera sido de nuestra historia, sin la historia del otro.
Señor Dulce: ¿Te refieres a qué hubiera sido de ti sin mí?
Niño de los Caramelos Tristes: No. Me refiero a qué hubiera sido de ti y de mí, sin nosotros.
Señor Dulce: ¿Y qué pasa si no es suficiente?
Niño de los Caramelos Tristes: Entonces jugaremos a ponerle nombre a las cosas.
Señor Dulce: ¿Te refiere a darle nombre a lo que no tiene nombre?
Niño de los Caramelos Tristes: ¡Oh caramba! Pero qué despistado eres mi querido amigo. No me refiero a eso, sino a inventar. A ponerle un nombre a lo que ya tiene nombre. ¿Acaso no es la vida una continua aprendizaje del ego, donde tenemos sentido de posesión sobre lo que nos rodea? A ver, hazme una pregunta sobre cualquier cosa y te contesto.
Señor Dulce: (Piensa un momento) ¿Qué son los murciélagos?
Niño de los Caramelos Tristes: Los murciélagos, son gotas de lluvia que la luna le ha dotado de alas.
Señor Dulce: ¿Qué son las tortugas?
Niño de los Caramelos Tristes: Rocas marinas, que han echado patas para huir del cada vez mas salado mar.
Señor Dulce: ¿Qué son los sueños?
Niño de los Caramelos Tristes: El sistema digestivo de la memoria.
Señor Dulce: ¿Qué es un hogar?
Niño de los Caramelos Tristes: Un agujero donde puede enterrar el tiempo con el que siempre llegas.
Señor Dulce: ¿Qué es la vida?
Niño de los Caramelos Tristes: Un viaje en el que no te venden pasaje de vuelta, no me haga trampa Señor Dulce que esa ya la hemos dicho.
Señor Dulce: ¿Qué es el espejo?
Niño de los Caramelos Tristes: Lo único útil en la vida para darte cuenta que no estas solo.
Señor Dulce: ¿Cómo se acaba un conflicto?
Niño de los Caramelos Tristes: Cediendo, pero tengo cuidado, que de tanto ceder puedes convertirte en un gusano de seda. (Ambos ríen)
Señor Dulce: ¿Qué pasa cuando la tarde te atrapa a punta de sonrisas?
Niño de los Caramelos Tristes: Me despeina.
Señor Dulce: ¿Qué es la lama?
Niño de los Caramelos Tristes: Los malos pensamientos que tiene el rio.
Señor Dulce: ¿Qué es amanecer?
Niño de los Caramelos Tristes: Hurgar en la inclemencia.
Señor Dulce: ¿Cuál es el sitio mas seguro para guardar los misterios?
Niño de los Caramelos Tristes: Dejarlos a la vista de todo el mundo.
Señor Dulce: ¿Qué es el optimismo?
Niño de los Caramelos Tristes: Creer que el amor dura para siempre.
Señor Dulce: ¿Por qué colocamos la cabeza sobre nuestras manos?
Niño de los Caramelos Tristes: Para atrapar los pensamientos, no vaya a ser cosa que se nos escapen.
Señor Dulce: ¿Qué es amar?
Niño de los Caramelos Tristes: Aprender a enloquecer juntos.
Señor Dulce: ¿Por qué hay lugares estrechos?
Niño de los Caramelos Tristes: Eso sólo sucede cuando no cabes en ti mismo. De seguro alguien se puso en tu lugar.
Señor Dulce: ¿Por qué hurgamos en la basura?
Niño de los Caramelos Tristes: Para encontrar nuestras miradas perdidas. Si la encuentras por favor comunícate con mis pupilas.
Señor Dulce: ¿Qué soy para ti?
Niño de los Caramelos Tristes: Un error que volvería a cometer.
Señor Dulce: ¿Qué tienes entre manos?
Niño de los Caramelos Tristes: Varias promesas vacías que no sé con qué rellenar.
Señor Dulce: ¿Cómo hablan en tu mundo?
Niño de los Caramelos Tristes: No sé, pero seguro sería mejor si se hablara en rimas.
Señor Dulce: ¿Es cierto que tienes pájaros en la cabeza?
Niño de los Caramelos Tristes: Sí, y ten cuidado, que algunos son tan insolentes que pueden traer armas bajo sus alas cargadas de paciencia.
Señor Dulce: ¿Por qué se arman de paciencia?
Niño de los Caramelos Tristes: Porque les gusta lucir indefensos.
Señor Dulce: ¿Qué hora es?
Niño de los Caramelos Tristes: La hora del dolor.
Señor Dulce: ¿Por qué del dolor?
Niño de los Caramelos Tristes: Porque el dolor hace mas poeta al poeta y mas musa a la musa.
Señor Dulce: ¿Qué ropa vestiremos?
Niño de los Caramelos Tristes: Vestiremos al último grito de la moda, porque para su último grito, el silencio es la primera palabra.
Señor Dulce: ¿Entonces, nos vamos?
Niño de los Caramelos Tristes: Vámonos.
Señor Dulce: ¿Volveremos aquí alguna vez?
Niño de los Caramelos Tristes: No quiero.
Señor Dulce: ¿Por qué? ¿Has perdido la confianza en la gente del pueblo?
Niño de los Caramelos Tristes: No perdí la confianza, la mandé a buscarte.
Señor Dulce: ¿Y si se nos va el amor?
Niño de los Caramelos Tristes: También lo mandaremos a buscar, lo amordazaremos y le diremos: Si te vuelves a ir, juro que la próxima vez me voy contigo.
Señor Dulce: ¿Eso quiere decir que lo esclavizaremos?
Niño de los Caramelos Tristes: Bueno, el amor te vuelve esclavo para sentirte dueño de tu pareja, pero no creo que sea prudente esclavizarlo ¿Dónde está tu pareja señor Dulce?
Señor Dulce: Yo no tengo pareja. O bueno…
Niño de los Caramelos Tristes: ¿Quieres hablar del tema?
Señor Dulce: Sí, claro. (Señor Dulce se sienta en la silla, toma al Niño de los Caramelos Tristes y lo sienta en sus piernas) Verás. Me he enamorado dos veces en mi vida.
Niño de los Caramelos Tristes: ¿Tantas?
Señor Dulce: Sí. En la vida uno se enamora muchas veces, pero al final te das cuenta que nunca debiste desenamorarte de a quien por primera vez le entregaste el corazón. La primera era tan dulce que parecía una muñeca. Pero se casó con un hombre que podía darle algo más de lo que yo le podía dar, porque lo único que podía ofrecerle era cacerolas para comer el pan de cada día, pero a veces los seres humanos nos enfocamos mucho en tener un bonito lugar para comer, y no olvidamos que lo importante es lo que comemos, no donde ni como lo comemos. Ese fue mi gran error. Así ella me olvidó.
Niño de los Caramelos Tristes: ¿Tú la olvidaste también?
Señor Dulce: No. Nunca. Iba todos los días a su casa por las noches, y cogía unas piedras del campo, y se las lanzaba en la ventana, siempre tres veces. De hecho aún lo hago.
Niño de los Caramelos Tristes: ¿Te abría la ventana?
Señor Dulce: Sí. Cuando quería insultarme o tirarme orina.
Niño de los Caramelos Tristes: ¿Has dejado de ir?
Señor Dulce: Sí. Voy sólo de vez en cuando.
Niño de los Caramelos Tristes: ¿Por qué?
Señor Dulce: Porque la última vez que fui me sacó un rifle. Así me di cuenta que me había olvidado y no quería nada conmigo. Aunque me equivoqué
Niño de los Caramelos Tristes: ¿No te había olvidado de verdad?
Señor Dulce: No. Me lo dijo luego en una carta.
Niño de los Caramelos Tristes: ¿Qué decía la carta?
Señor Dulce: Pues era una carta bastante corta, de sólo un párrafo, decía así: (Voz en off de Nana. Mientras se escucha la voz se baja un poco las luces y se queda un cenital sobre la silla del Señor Dulce, se enciende una calle y se ve a lo lejos una mujer vestida de blanco, con cara desgarrada, parece una muerta, que camina con una carta en sus manos lentamente hacia el proscenio): Lamento que nuestros caminos nunca hayan encontrado un recodo para converger, pero desgraciadamente ya estoy casada con un hombre que me da el pan de cada día, aunque no me da amor como sé que tú lo hubieras hecho. Perdóname cuando te insulto por la ventana, y te tiro orina, no soy yo quien lo hace, sino la «yo» que crearon en mí mis padres, pero no la que quise ser. Aún te pienso, y quiero que sepas que todos los días, cuando me despierto para hacer el chocolate de mi esposo, realmente lo hago para esperar que me lances esas tres piedras por la ventana. Pues escuchar ese sonido, me hace saber que aún me amas, que aún sientes algo por mí, y que aún hay esperanzas, y que aún puede «llover café en el campo». (Cuando la mujer que va caminando por la calle llega al proscenio da un fuerte grito de dolor, rompe la carta, y cae al suelo. El Señor Dulce se asusta, la mira, temerosamente le dice al niño) Creo que es mejor que te vayas.
Niño de los Caramelos Tristes: (Extrañado, ya que él no puede ver como el Señor Dulce a la señora que acaba de entrar) ¿Pero porqué, si aún no me ha contado sobre su segundo amor?
Señor Dulce: De eso hablaremos más adelante ahora vete.
Niño de los Caramelos Tristes: No me voy. Usted nunca me había echado de su casa.
Señor Dulce: No te estoy echando, pero trata de comprender, no es un buen momento, vete por favor.
(Niño de los Caramelos Tristes se va por donde mismo ha entrado. Quien ha entrado a escena es Praita, la cual se levanta del suelo con la carta rota en sus manos, y camina en forma amenazante hacia el Señor Dulce)
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