Pero no había nísperos, ni mangos ni nada de comer en kilómetros
















Un tal Mosca

Cuento

Fernando Ureña Rib

Los perseguidores, extenuados por el rigor de la búsqueda, se detuvieron en un campo baldío, bajo un níspero.  Pero no había nísperos, ni mangos ni nada de comer en kilómetros a la redonda.  Tampoco aparecían puercos salvajes, ni patos o gallinas a los que disparar con los fusiles para saciar el hambre que les retorcía el estómago y el espinazo.

-          Si hubiera  un nido con huevos…
-          ¿A quién perseguimos?
-          O un río con jaibas y cangrejos...
-          A un tal Mosca.
-          O un sembradío de yuca…
-          ¿Y qué hizo?
-          Está contra el gobierno.
-          Miren. Hay un camino allá…
-          ¡Vamos! Los caminos llevan a alguna parte.
-          Sí, a Roma...
-          ¡Cállate!
-          Llevamos casi dos días sin comer...
-          ¿Cuál es la orden?
-          Llevarlo vivo o muerto.
-          No me gusta cargar muertos…
-          Lo agarramos vivo y que lo maten los de arriba.
-          Miren esa casita frente al río…
-          ¡Apuren el paso!
-          Señora, tenemos hambre.
-          Les mataré un pollo.  ¿Qué buscan por aquí?
-          Buscamos a un tal Mosca. ¿Lo conoce?
-          ¿Por qué lo buscan?
-          ¡Está contra el gobierno!
-          ¿Con yuca o con arroz?
-          ¡Con lo que sea!
-          Hace calor…
-          Siéntense  frente al río, ahí hace fresco.
-          ¡Cocine dos pollos!
-          ¿Por qué no se echan al agua fresca mientras yo se les cocino?
-          Buena idea…
-          ¡Guárdenos estos fusiles aquí, señora! ¡Ya volvemos!

Mientras los perseguidores se bañaban, el tal Mosca salió de su escondite, tomó los fusiles y los aniquiló a todos.  El Gobierno los dio por desaparecidos.  Nunca más se oyó hablar del asunto.
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